Entra en un vagón

jueves, 1 de marzo de 2012

Vagón 21. Muñeco de nieve

No sé si la tormenta de nieve, que no deja ver el paisaje, se derrama dentro o fuera de mi vagón. Es como si mis pies tuvieran que enfrentarse a la resistencia blanca de montones de nieve que obstaculizaran el pasillo. Mis manos están frías de hacer bolas de nieve y tirarlas a contra las ventanillas, o contra las puertas, o contra mí mismo.

Aletargado por una tristeza infinita, me entrego con dedicación a confeccionar un muñeco de nieve, única compañía, hasta que llega el revisor y me mira con cara de pocos amigos. No hay nieve, aunque yo la siento en mis miembros anestesiados. Tampoco he visto entrar al revisor. Es rápido y silencioso, como una serpiente.

Lo más dignamente que puedo me levanto del suelo nevado y vuelvo a mi asiento. Allí, en mitad del pasillo, el cuerpo del muñeco ha empezado a derretirse.

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