Entra en un vagón

jueves, 26 de enero de 2012

Vagón 42. El abuelo

Aprovechando que su nieto está en el colegio, el abuelo entra en el cuarto del tren eléctrico, ve todas las composiciones corriendo armónicamente y enciende el ordenador. Vagones y locomotoras tienen multitud de cámaras y micrófonos para que, desde el ordenador, se pueda saber qué hacen las figuritas de dentro.

Más de diez minutos le ha costado localizar a Marta, el último regalo que hizo a su nieto. Está tumbada en un coche cama desnuda y con la mejilla sobre el pecho de otra figurita femenina también desnuda. Si hubiera encendido el ordenador un rato antes habría visto cómo las dos se amaban dulce, lenta, intensamente…

Ahora ve que la otra figurita se incorpora y busca algo en un neceser. Marta queda tumbada boca arriba y el abuelo piensa que es preciosa. La otra figurita empieza a pintarle las uñas de las manos y el abuelo decide apagar la cámara, dejarlas en su intimidad y buscar su tren en la maqueta.

Ve cómo se desliza por un extremo y sabe exactamente en qué vagón y en qué coche están. Ve, además, que en ese lugar está nublado y nevando, piensa que las dos figuritas merecen un día radiante y vuelve al ordenador para programar los cambios de aguja necesarios para llevarlas hasta el sol.

Cuando llegan al sol Ester ha acabado de pintar las uñas de las manos y los pies de Marta. Ha escrito cada una de las letras de su nombre en cada uno de los dedos y, viendo las uñas de los pies de Marta, se puede leer claramente E-s-t-e-r:

-Para que sepas que eres mía. Al menos mientras estés en el tren.

-Pues no quiero bajarme nunca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita y tierna historia. Me recuerda a la Canción de Mecano.
Un abrazo.

convoy89 dijo...

El amor tierno es el mejor amor.

Gracias por tu entusiasmo y atención, Pedro Luis.