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jueves, 12 de enero de 2012

Vagón 42. Trayectos y destinos

Marta descansa ante un café con leche en el vagón restaurante. Ha recorrido dos veces el tren de punta a punta buscando.

-Sé que hay un lugar para mí en este tren.

Marta, además de libre albedrío, tiene recuerdos. Por eso decidió tomar ese tren. Al verlo tan largo recordó los mercancías que pasaban junto al campo de su padre cuando de pequeña, en verano y libre de la escuela, iba a llevarle la merienda. Le gustaba contar los vagones.

Subió sin más al tren y, al oír el pitido del jefe de estación, se dio cuenta de que el tren no sólo la llevaría a su destino sino que dentro del tren estaba su verdadero destino. Sin embargo, debía seguir buscándolo.

Acaba su café con leche y vuelve a recorrer el tren. En dirección a la máquina y no ve nada que la llame. Vuelve hacia la cola. Uno de los últimos vagones es de coches-cama con pasillo a un lado y compartimentos cerrados al otro. Sobre la puerta de un compartimento ve una luz violácea. Llama con los nudillos y entreabre tímidamente la puerta corredera. El ruido de un aparato eléctrico se para y se oye una voz:

-Pasa, te estaba esperando.

Marta acaba de abrir la puerta y nadie en el compartimento. La voz venía de un pequeño anexo, lo justo para un cuartito de baño. El aparato era un secador y la voz, de una chica de su edad, veintipocos, que, recién salida de la ducha y envuelta en la toalla, se secaba el pelo frente al espejo:

-Me llamo Ester.

-Y yo Marta.

Ester sigue de espaldas a Marta y se miran a través del espejo. Se miran y los ojos verdes de Marta hablan con los ojos negros de Ester. Al fin Marta dice:

-Yo no lo he hecho nunca.

Y Ester responde:

-Yo tampoco.

Marta, sin dejar de mirar los ojos de Ester, le deshace el nudo de la toalla y la toalla cae dejándola completamente desnuda. Marta empieza a acariciar a Ester. Ester vuelve a darle al interruptor del aparato y sigue secándose el pelo.

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