Entra en un vagón

viernes, 17 de febrero de 2012

Vagón 4. Elvira

Elvira sabe que nunca abandonará el vagón 4. Tiene miedo. Por eso, desde hace ya más tiempo del que vivió en su pequeño pueblo, se conforma con esperar a que llegue buena compañía. Y lo hace ahí, en el vagón 4, sentada en una esquina sobre la maleta de madera de su madre. La espalda bien recta, los riñones a resguardo del frío que se deja ver de vez en cuando a través de las ventanas. Un frío que no entra en el vagón 4, no sea que no pueda salir. No sea que la vieja que teje sentada en la otra esquina opuesta del vagón se lo impida. Como se lo impidió a Elvira.

En realidad, Elvira sabe que lo que le impide abandonar el vagón 4 es el miedo. Lleva tanto tiempo en el tren que teme que su destino no sea el destino que ella esperaba, o no comprenderlo, o que su destino no la comprenda a ella. Tampoco está muy segura, tampoco quiere pensar demasiado en ello. De lo que está segura es de que cometió un gran error cuando llegó al vagón 4. Lo ha pensado mucho y no le queda duda. Además, lo ve todos los días.

Observa a todo el que entra en el vagón 4. Algunos lo cruzan, sin más, y salen por la puerta de enfrente sin que la tejedora se inmute. Otros curiosean, se les nota desconcertados. Está claro que no saben dónde están. Alguna vez tuvo Elvira la tentación de acercarse a alguno y decirle lo que ella supo nada más llegar al vagón 4. Pero entonces siente los ojos de la única pasajera con silla clavados en ella y sabe que debe callar. Aún así intenta ayudar a estas personas si ve que son buenas personas.

Elvira sabe esto de inmediato. Como con la chica que se sentó a su lado, hace poco. A pesar de sus pelos y sus ropas, es buena chica. También la nota perdida, más que perdida, desubicada. Y cansada. Pobre, lo que habrá pasado hasta llegar aquí. Parece no recordar nada. A Elvira le dio pena. Se le escapó un suspiro de súplica a las alturas. Una vieja costumbre. La chica, que pareció ofenderse, ahora duerme aferrada a su mochila. Es tan joven… y está tan cansada… Elvira lanza otro suspiro al techo como…, como si fuera al cielo.

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