Entra en un vagón

lunes, 19 de marzo de 2012

Locomotora. Sanguijuelas

Hemos atado al maquinista a unos tubos de cobre, al fondo de la locomotora. Incluso la tímida camarera ha venido desde el vagón restaurante para ayudarnos a ajustarle las correas.

Todavía no sé que le ocurre a este hombre sucio y febril. Le he administrado láudano y ahora en lugar de cantar, balbucea. Si tuviera, como antes tenía, mis escáneres, mis placas, mis tacs, mis ecografías… podría hacerle más pruebas, por si fuera algo neurológico. Ni siquiera puedo hacerle un miserable análisis de sangre.

–Doctor, aquí en este armario guardamos algo de material sanitario.

–A ver, muéstreme.

El revisor se ha limitado a sacar de uno de los armarios un bote con sanguijuelas y unos rollos de esparadrapo.

–Pero… ¿qué pretende que haga con eso, hombre de dios?

–No sé. Mi trabajo es sellar billetes. Como mucho puedo dedicarme a la intendencia, como requieren las circunstancias. Pero las cuestiones médicas son cosa suya… Esto es lo que tenemos.
Resignado, me vuelvo hacia el maquinista. Cuando ha echado el ojo al bote de sanguijuelas arremolinadas se ha puesto a cantar "al pasar la barca me dijo el barquero". Me pregunto qué lógica sigue ahora la cabeza del hombre que hacía funcionar este tren.

–Si pudiéramos sacarlo a la nieve, seguro que le bajaría la fiebre…

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