Entra en un vagón

viernes, 13 de abril de 2012

Vagón 43. Como en las películas


Quiso hacer como en las películas, dejó sobre el asiento la chaqueta que hacía juego con sus vaqueros negros, salió al pasillo y cerró cuidadosamente la puerta del compartimento. Aquel lugar era, por ahora, su hogar y no quería que nadie anduviera merodeando por allí.

No había dado dos pasos cuando se cruzó con una preciosa niña, con carita dulce y ademán decidido. No respondió a su saludo, parecía enfurruñada. El tren se movía mucho en aquel momento, subía penosamente la cuesta por una colina verde. Las vacas, blancas y negras, pacían sosegadamente dejando pasar el tiempo.

El pasillo era estrecho y con el movimiento, iba de un lado a otro pegándose contra las paredes. Vaya trajín se traían aquellas dos chicas; estaban solas en el vagón, las cortinillas echadas, pero eso no impedía verlas al pasar perfectamente. Estaban desnudas y se achuchaban. Le dio un escalofrío, hacía mucho que su cuerpo estaba frío, sin unas manos que se pasearan por él.

Volvió a pisar en la plataforma móvil y pasó al pasillo siguiente. Quería llegar al último vagón y contemplar las vías desde la ventana trasera y las nubes moviéndose en el cielo y los postes corriendo en sentido contrario. Como en las películas, enseguida aparecerían los indios montados en sus caballos blancos y el chico bueno vendría a salvarla. 

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