Entra en un vagón

sábado, 19 de mayo de 2012

Vagón 72. Ángel (3)

¿El joven del violín? Bueno, suponía que aquel estuche albergaba en su interior un violín, vamos, tenía toda la pinta. Pero: ¿y si en lugar de un violín transportara una metralleta, como en las pelis de gánsters?

“Déjate de tonterías, que mira que se te dispara la imaginación y luego no sabes pararla …”, pensó mientras su boca esbozaba una sonrisa por primera vez en mucho tiempo.

Un gánster bueno, con conciencia, que huye de “la familia” porque es incapaz de cumplir las violentas y despiadadas directrices de su condición de miembro de la mafia y desafía a su “padrino”, que manda en su persecución, uno tras uno, a asesinos sin escrúpulos, alma, ¡ni corazón!

“No, DEBE ser un violín”, se obligó a repetir, intentando contener sus pensamientos y apartando la mirada, volviéndola hacia el paisaje que se adivinaba blanco en la penumbra de la noche.

“¿Sabrá tocarlo? Me encantaría preguntarle.”

De pequeño estudió piano. Su madre se empeñó en apuntarle a mil y una cosas con la esperanza de que se fuera curando lo de su timidez y su fobia social: Tenis, inglés, kárate, piano… Los deportes no eran lo suyo, desde luego, ahora bien, la música era otra cosa. Nunca fue bueno, pero le abrió la vida a un mundo que le embriagó y del que ya no pudo separarse nunca. Solo hizo un par de cursos, con aquella profesora encantadora, Aurora, que luego cambió de ciudad, dejándole huérfano y triste. Su madre le apuntó al conservatorio pero tuvo que desistir después de que una extraña fiebre dejara a Adrián postrado en cama casi una semana, entre vómitos y sudores.

“Sí me encantaría preguntarle si es un violín lo que guarda en su estuche. Y si sabe tocarlo.”

“Y me encantaría preguntarle cómo se llama.”

No hay comentarios: